Vamos a hablar ~de lo que nos da pena hablar~ la violencia doméstica es ahora considerada un problema de salud pública, pero aún seguimos creyendo que “la ropa sucia, se lava en casa”, ésto quiere decir, que tus problemas intrafamiliares los guardas en las 4 paredes de tu casa.
Creer esto acentúa los problemas y deja a muchas víctimas de violencia a merced de terribles circunstancias.
Primero, aclaremos el término violencia, la violencia es un acto de depredación que consiste en apropiarse de la vida del otro a través de la agresión conciente, es decir, perpetrar un acto que conlleva la intención de hacer daño al otro.
En lo que concierne a la violencia doméstica, la violencia física puede estar presente, pero hay una violencia “sutil” que usa la palabra para aniquilar al otro. Muchas veces pasamos desapercibida ésta violencia verbal porque se va instaurando a lo largo del tiempo, con la repetición de palabras hostiles, descalificadoras y ambigüas.
Cuando se es víctima de violencia doméstica se va perdiendo la capacidad para defenderse, ya que el agredido tiende a justificar las acciones del agresor, normalmente se minimiza y se niega el dolor que éste genera con sus acciones, esto responde a un acto de supervivencia, no porque a la agredida “le guste sufrir”, como inadecuadamente se piensa de ésta última.
Es preciso tomar en cuenta el cúmulo de relaciones que intervienen en un círculo de violencia y no tener temor a nombrar, que hay un agresor y un agredido.
La violencia doméstica, aunque se mantenga oculta, tiende a atacar la identidad del otro y a privarlo de toda individualidad.
Cómo sucede ésto?
Miremos más de cerca cómo usamos el lenguaje cuando nos referimos a la pareja y después abordaremos el tema de los hijos que padecen la violencia en casa.
“Comunmente, se niega o se quita importancia a la violencia perversa en la pareja y se reduce a una mera relación de dominación, el dominio paraliza e impide defenderse y supone negar la violencia de los ataques y la gravedad de la repercusión psicológica del acoso que se ejerce”.
El lenguaje violento tiende a desestabilizar, es decir, hacer que la víctima dude de sí misma, y se logra enviando dobles o ambiguos mensajes como por ejemplo: la mujer puede ser económicamente activa e incluso tener un puesto importante, pero en casa, el conyuge le dice: “Las mujeres que trabajan afuera, hacen muy poco en casa”, “Deseo que nuestra relación continúe, pero no puedo darte más por el momento”; otra forma de desestabilizar es apuntando a una debilidad de la pareja, como por ejemplo: “Eres una depresiva/o buena/o para nada”, éste tipo de comentarios cuestionan la imagen del agredido/a y si no tiene un concepto de sí mismo/a suficientemente bueno, éstas sentencias laceran su autoestima.
Lo que dificulta la reptura de los ciclos de violencia en la pareja, es que una vez que ésta se instaura como un modo de relación, la víctima no acepta que simpre será un objeto de odio, no acepta que no puede hacer nada por modificar la relación y no acepta su propia impotencia.
La negación de la comunicación directa es el arma absoluta del agresor, un ejemplo de ésta es cuando éste descalifica las opiniones, se rehúsa a hablar de los problemas en la relación y nunca llega a acuerdos.
“La toma de conciencia de la manipulación coloca a la víctima en un estado de angustia terrible y al no disponer de un interlocutor, no se puede liberar del mismo. * (pag. 20)
Por ello es tan importante que las víctimas, una vez que toman conciencia de su desamparo y de que están rebasadas por las circunstancias, el trabajo en grupo con facilitardores profesionales en el área es indispensable para que la víctima se re-encuentre consigo misma , tome la fuerza para autoafirmarse y liberarse de la violencia.
Una vez asentada en la familia la violencia perversa , se torna en un engranaje infernal difícil de frenar, pues tiende a transmitirse generacionalmente.
Entrando en materia de cómo los niños y niñas son afectados por la violencia en la familia, ahondemos en el maltrato psicológico que está causando cada vez más estragos; éste se puede disfrazar de educación estricta, en la que se quebranta la voluntad del niño/a a fin de convertirlo/a en un ser dócil y obediente.
Los niños se vuelven incapaces de reaccionar porque la fuerza y la autoridad aplastante de los adultos los silencia y puede incluso hacerles perder conciencia de sí mismos, de lo que ellos son.
La Convención Internacional de los Derechos del Niño considera como maltrato psicológico a los niños:
1.- La violencia verbal.
2.- Los comportamientos sádicos y despreciativos.
3.- La repulsa afectiva.
4.- Las exigencias excesivas o desproporcionadas en relación con la edad del niño.
5.- Las consignas educativas contradictorias o imposibles.
La violencia que se ejerce al conyuge afecta a los niños y puede ser recibida de rebote por estos.
“Como testigos de un conflicto que no les concierne, reciben toda la maldad que éste conlleva. Por otra parte, el progenitor herido, como no consigue expresarse ante su agresor, vuelca también sobre sus hijos toda la agresividad que no ha podido exteriorizar en su momento.” *pag. 31
Los niños pierden cualquier posibilidad de individuación, ya que no tienen otra salida. Se requeriría de un adulto con un criterio balanceado que diera forma a lo que el niño vive como desconcertante y lo pusiera a distancia de la violencia que no ha sido provocada por éste.
En lo sucesivo, si los niños/as no encuentra una solución en sí mismos, llevarán consigo una parte de sufrimiento que reproducirán en otros lugares, haciendo un desplazamiento de éste odio y a veces ese sentimiento lo llevan a sí mismos y lo ejectuta en actos autodestructivos, en casos más extremos, el suicidio o dejan el hogar tempranamente.
Como se presenta ésta destrucción en lo cotidiano?
Bueno, a veces los conyuges viviendo en la misma casa o aún separados, utilizan a los hijos para herirse mutuamente, se quejan de los hijos desmesuradamente, les hacen un alhago y luego lo anulan, los comparan con sus hermanos o amigos, utilizan a los hijos como pantalla para visitar a sus amantes, no respetan los límites generacionales, es decir, exponen su vida sexual con sus hijos menores de edad, por poner algunos ejemplos.
Las contradicciones y juegos de poder dentro de la pareja se expresan confundiendo a los niños de la siguiente manera “cómo pensar saludablemente, cuando un padre dice que hay que pensar de una manera y la madre dice exactamente todo lo contrario; éstas confusiones pueden tener consecuencias altamente destructivas para los niños y/o adolescentes.” Pag. 33
En los adultos que de niños fueron víctimas de la perversión de un progenitor – como por ejemplo los que sufrieron un incesto – se advierte a menudo la alternancia de anorexia y bulimia u otros comportamientos adictivos.
“Los niños no se quejan de los malos tratos que padecen, pero por contra, están permanentemente a la espera de un reconocimiento por parte del progenitor que los rechaza. Y es improbable que éste reconociemiento llegue algún día. Los niños interiorizan una imágen negativa de sí mismos -soy una nulidad!- y la aceptan como merecida”. Pag. 33
Por eso vemos adultos que se someten con demasiada facilidad a la autoridad de los demás, que no soportan los conflictos, las rupturas interpersonales las viven de sobremanera devastadoras y cuando tienen que hacer uso de la ley no se atreven a ejercerla en autodefensa.
“Es muy fácil manipular a los niños. Estos siempre saben excusar a quienes aman. Su tolerancia no tiene límites. Están dispuestos a perdonárselo todo a sus padres, a asumir su culpa, a comprenderlos y a intentar saber por qué su padre o su madre están disgustados” Pag. 35
“En cuanto a la violencia directa, al niño maltratado se le considera inoportuno. Se dice que resulta decepcionante, o que es responsable de las dificultades de sus padres -Este niño es difícil!, no desaprovecha ninguna ocasión, lo rompe todo, en cuanto le doy la espalda, no hace más que tonterías!-“.pag. 36
“El desamor es un acto de destrucción que, en ciertas familias, azota a un niño y quisiera verlo morir, no se trata de una simple ausencia de amor, sino de la organización, en lugar del amor, de una violencia constante que el niño no solamente padece, sino que también interioriza, hasta el punto que se accede a un doble engranaje, pues la víctima termina por tomar el relevo de la violencia que se ejerce sobre ella mediante comportamientos autodestructivos.” Pag. 36
“No se desprecia al niño porque sea torpe, el niño se vuelve torpe porque es despreciado. El padre que lo rechaza, busca y forzozamente encuentra (un pipí en la cama, una mala nota de la escuela), una justificación de la violencia que siente, pero es la existencia del niño y no su comportamiento, lo que desencadena esa violencia”. Pag. 37
“También puede ocurrir que un niño tenga un exceso de algo en relación con su padre o su madre: que sea demasiado dotado, demasiado sensible o demasiado curioso. Los padres suprimen lo mejor de su hijo para no ver en él sus propias carencias. No sirves para nada!, el niño termina por volverse insoportable, idiota o caracterial, con lo cual sus padres tienen una buena razón para maltratarlo.” Pag. 37
En todos los casos, lo que los niños sí saben, es que no son lo sufiecientemente buenos para sus padres y no satisfacen sus deseos, así que, se viven no deseados. Se sienten culpables de decepcionarlos y de producirles vergüenza.
La consecuencia de daño psicológico es: el niño/a tiene el sentimiento de no ser, se siente devaluado.
“Afortunadamente no es una regla que todos los niños que vivieron violencia se convertirán en padres matratadores, pero sí se crea un espiral de destrucción. Cada uno de nosotros podemos llegar a volcar nuestra propia violencia interior en otra persona”.
Conclusiones.
En suma, para desestabilizar a otro, basta con:
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Burlarse de sus convicciones, de sus ideas y de sus gustos.
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Dejar de dirigirle la palabra
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Ridiculizarlo en público
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Ofenderlo delante de los demás
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Privarlo de cualquier posibilidad de expresarse
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Hacer guasa de sus puntos débiles
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Poner en tela de juicio sus capacidades de discernimiento y de decisión.
Cómo podemos detectar a un agresor?
He aquí algunas de sus caracteríaticas.
—el sujeto tiene una idea grandiosa de su propia importancia;
—lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder;
—se considera «especial» y único;
—tiene una necesidad excesiva de ser admirado;
—piensa que se le debe todo;
—explota al otro en sus relaciones interpersonales;
—carece de empatía;
—envidia a menudo a los demás;
—tiene actitudes y comportamientos arrogantes.
Cómo prevenir la violencia doméstica.
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Denunciarla cuando sabemos que está ocurriendo.
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Cuando sentimos que estamos siendo agredidos en nuestra dignidad, es decir, no estamos siendo respetados, hablarlo con personas adecuadas y confiables, ya sea profesionales o miembros de la propia familia o amigos que sabemos no nos van a juzgar.
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Respetar a nustros hijos e hijas.
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Como futuros padres o siendo padres, tomar cursos de desarrollo personal y parental.
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Liberar al agredido de la culpa.
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Sólo nos defendemos bien cuando nos sustraemos al dominio, es decir, cuando aceptamos la idea de que el agresor, sean cuales fueren los sentimientos que le hayamos profesado o que le profesemos todavía, tiene malas intenciones y resulta peligroso para nosotros.
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La víctima debe abandonar su posición de inmovilizada y convertirse en la persona que impide que las cosas sigan dando vueltas en la misma dirección. Al situarse en el origen de la crisis que se abre de este modo, puede parecer que ella es la agresora, pero debe asumir su elección, pues ésta puede llegar a producir un cambio. La crisis, en tanto que sobresalto destinado a eludir el dominio mortífero, permite que la vida renazca. Ésta es la única vía posible de solución o, como mínimo, de mejora. Cuanto más se retrase esta crisis, más violenta resultará.
Bibliografía
“El acoso moral”–El maltrato psicológico en la vida cotidiana- Autor Marie-France Hirigoyen.